Sólo porque algo parece hacer felices a los demás no significa que realmente lo hace. La gente es muy buena para fingir que son felices, sobre todo cuando han invertido tanto en las cosas que se supone los hacen felices, es difícil admitir que se han estado poniendo todos los huevos en la canasta equivocada.
En ocasiones se crean falsas expectativas con respecto de algo, por ejemplo: seré feliz cuando tenga ese auto nuevo, ese vestido especial o cuando use tal o cual producto de moda, y resulta que cuando al fin se ha conseguido lo que se deseaba la sensación de satisfacción o felicidad fue algo tan fugaz o engañosa que no podemos disfrutarla verdaderamente.
Esto sucede quizás porque la felicidad no esta en las cosas, la felicidad tal vez se encuentra en el camino recorrido para lograrlo, haberlos obtenido como una consecuencia o resultado de nuestro empeño, trabajo o constancia, es lo que les da su verdadero valor.
Tener metas o propósitos concretos puede agregarle a la vida la emoción que se necesita para despertarnos cada mañana llenos de alegría, con entusiasmo y dispuestos a llevar a cabo las tareas necesarias para lograr nuestros objetivos; sentirnos a cada momento más cerca de lograr lo que nos hemos propuesto es vigorizante y es lo que le da sentido a la vida, así que para ser feliz parece que lo más importante es disfrutar del camino.
La felicidad es un modo de caminar no un destino a donde llegar.
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