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Recientemente en
México vivimos momentos difíciles, primero con un sismo de mas de 6 grados
en la escala de Richter y luego con el paso de los huracanes Manuel e Ingrid
seguido de Raymond que se estaciono frente a las costas de Zihuatanejo, fenómenos que causaron grandes perdidas para muchas personas, pero también nos dieron la oportunidad de ayudar a nuestros
hermanos en desgracia y de valorar la fortuna de poder hacerlo a quienes no nos
vimos tan afectados.
Situaciones como
esta no son exclusivas de un país o región, se viven con mucha frecuencia, y como
resultado del cambio climático cada día son más comunes y violentos ocasionando desastres que laceran y lastiman a la humanidad entera.
Lo que también es
innegable es que en medio de tanta tristeza el poder ayudar es muy
satisfactorio, y puedo asegurarles que hacerlo produce una grata sensación de
bienestar y gusto, no hace falta esperar a que se presenten grandes desastres
para ayudar, a veces a la vuelta de la esquina hay quienes necesitan de nuestra
solidaridad. Abramos nuestros ojos, nuestros oídos, pero sobre todo... Nuestro corazón.
Siempre que le sea posible, regálese la oportunidad de DAR y tenga por seguro que cosechará una gran felicidad.
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